¿Por qué decidió hacerse abogado?
Para mi fue una decisión lógica. Desde una temprana edad he tenido la convicción de la importancia de estar involucrado en el desarrollo de nuestra comunidad desde una perspectiva de justicia. En entornos con una regulación tan cambiante, la labor de los abogados, defendiendo los intereses y derechos de sus clientes, se vuelve fundamental. De ahí que para mí solo existiera una opción al momento de elegir que estudiar en la universidad: Derecho.
¿Puede indicarnos una meta a mediano plazo?
Lograr posicionar a AZ como un referente en materias regulatorias, extendiendo el prestigio que la Firma tiene en otras aéreas –como lo son la de Litigios e IP– a esta área de práctica que ahora lidero.
¿Puede decirnos a quién admira como mentor (o un abogado que admire) y por qué?
La lista de grandes profesores que podría contar como una constante inspiración es larga y preferiría no puntualizar a ninguno por temor a dejar a alguno fuera. No obstante, siempre he admirado a uno de los socios fundadores de AZ –Gabriel Zaliasnik, quien asimismo fue uno de mis profesores en la época universitaria– por su inmensa capacidad de análisis para enfrentar los casos que se le presentan, manejando una serie de variables estratégicas al momento de definir cursos de acción. Trabajar y aprender de él sobre dichos aspectos, han sido una constante inspiración.
¿Puede indicarnos una película o libro que recomendaría a los estudiantes de Derecho?
“Justice: What’s the Right Thing to Do?” de Michael Sandel o “The Stuff of Thought: Language As a Window Into Human Nature” de Steven Pinker.
Si no fuese abogado, ¿cuál profesión hubiese escogido? ¿Por qué?
Aún cuando nunca pensé en otra opción, probablemente hubiese intentado estudiar arquitectura. Siempre me ha gustado como estos son capaces de llenar espacios a partir de construcciones que desafían la creatividad o modificar espacios ya creados, a partir de nuevas ideas. Quizás, si lo pensamos bien, es lo mismo que hacemos los abogados.